Por: Julian Gómez Perez
Columinista, estudiante y activista
Imagina que tu esposo sale de casa para ir a trabajar en un día normal, durante ese día,
escuchas en la radio que su lugar de trabajo ha sido tomado por una guerrilla. Las personas
dentro del lugar son tomadas como rehenes, y no se tienen noticias sobre su integridad
física. Las fuerzas públicas están en enfrentamientos directos para retomar el control.
Pasan las horas y no hay noticias específicas sobre el paradero de las personas dentro.
Solo se sabe que algunos grupos de rehenes están siendo liberados, aunque parecen ser
tratados como criminales responsables de la toma del lugar. A pesar de esperar durante
días, no hay información sobre su paradero en hospitales, morgues u otros recintos. Los
años pasan llenos de soledad, tristeza, lucha y penumbra mientras se busca alguna pista
sobre esa persona. Finalmente, te das cuenta de que tu ser querido fue torturado por información que no poseía y murió a manos de quienes deberían garantizar seguridad y justicia, personas que hacen honor a un Dios y una patria.
Esta es la historia de padres, madres, hijos e hijas, amigos y amigas que el 6 de noviembre
de 1985 salieron de sus casas hacia el Palacio de Justicia y nunca más se supo de ellos, ni
siquiera para darles una sepultura digna. Son momentos que no presencié, ya que mi
existencia aún no había comenzado en este mundo terrenal. Sin embargo, gracias a los
relatos de Fernando González Santos en su libro ‘VIVIR SIN LOS OTROS’, logró transmitirme una rabia digna, esperando que por muchas décadas más, las personas puedan comprender el dolor de estas familias y se animen a tomar acciones que eviten que tragedias similares vuelvan a repetirse.
Como se expresaba en la mayoría de los mensajes que recordaban a las víctimas con un
profundo dolor: “SIN OLVIDO, SIN OLVIDO” por aquellos que día a día continúan desapareciendo a manos de personas perversas que no valoran la vida. “SIN OLVIDO” por aquellos que son torturados por sus preferencias sexuales cada día. “SIN OLVIDO” por las víctimas de cualquier conflicto que sume en desesperanza y amargura las almas y corazones de nuestras sociedades.